Dime qué está de moda y te diré qué es lo que va a ser
considerado lo más de lo más con
razón o sin ella; así es como creo que podría resumirse lo que ocurre cuando
algo o alguien está observado
bajo la poderosa influencia de la emoción del
momento.
Ahora resulta que a la tontada del Ecce Homo se la ha
considerado una de las obras más influyentes de los últimos años dentro del
mundo del arte; <<¿del arte?>> me pregunto yo <<¿o del arte
del petardeo?>>; el caso es que el fenómeno no me pilla por sorpresa dado
que ocurre desde siempre y siempre de la misma manera: una gran atención mediática
recae sobre algo o alguien y, automáticamente, eso o ese personaje pasa a ser LA REPERA (durante un tiempo). Como una peli se ponga en boca de
todos, los que hayan actuado en ella serán considerados los más sexys, talentosos, guapos,
influyentes, saldrán en el top 10 de todas las listas de lo más de lo más, blablaba blablabla blablabla, ah, y por supuesto, la peli será
estupenda y ellos saldrán en mil campañas publicitando perfumes, refrescos,
ropa... Si alguien hace una canción de gran éxito, quien la canta, aunque
tenga una mierda de voz, pasa a ser un-a gran cantante; y si una prenda de
vestir es fea y hortera pero no sé quién la lleva y se pone de moda, pasa a ser
la cosa más molona que puedes ponerte; es así sucesivamente... Este fenómeno
se ha visto hasta con cortes de pelo para olvidar de algunos futbolistas...
Por lo visto el mundo del arte no se escapa al fenómeno y
ahí tenemos, desde hace unos meses, una obra de tercera división a la que a
nadie le importaba una mierda, elevada en la actualidad a la categoría de gran influencia por obra y gracia de una
“restauración” que, no voy a mentir,
ME HIZO MUCHA GRACIA cuando la vi.
Hay quien se extraña de que la señora que la realizó esté
reclamando derechos de autor,
y a mí lo que me extraña es que haya quien se
extrañe de eso dado que
está chupando de la “genialidad” de la chapuza hasta el
apuntador.
Como el viento, la emoción del momento pasará y se llevará
todo el alboroto con ella. Quedémonos pues con que, así como ese mimetismo
inherente al ser humano puede utilizarse para alimentar la mediocridad, también
puede hacerse para fomentar cosas, actitudes, personas o trabajos que sí que
realmente merecen la pena, y esperemos que lo del Ecce Homo se convierta pronto
en lo que ha de ser: una mera y divertida anécdota del mundillo del “sub-arte”. Porque por fortuna, lo que la emoción del
momento trae y hace perdurar durante más de 15 minutos, la emoción del momento
pasa y
se lo lleva todo consigo hasta el próximo turno.
publicado en octubre de 2012
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