Para mi fortuna, volvió a ocurrir. Tras largo tiempo sin ver una peli que me cautivase, apareció de la nada Blue Valentine, un historia interpretada por una actriz que cada día me gusta más: Michelle Williams, y por un actor que ya hace mucho que me convenció: Ryan Gosling;
del director de la película Derek Cianfrance aún no sé gran cosa.
Me topé con el trailer por pura casualidad y en seguida me llamó la atención y me generó fuertes expectativas; primero porque estaba claro que era cine independiente (o sea: el que más me suele gustar) y segundo porque prometía una historia cruda e intensa de esas que tanto me hipnotizan. Además, como ya he dicho, los protagonistas están encarnados por actores que me parecen de lo mejor que hay actualmente en el cine.
En Blue Valentine podemos ver el doble relato de una relación amorosa que surge entre dos jóvenes cuyas vidas se cruzan por casualidad, y que cambian enormemente por ese motivo tanto para lo bueno como para lo malo. Por una parte la narración nos enseña cómo su romance se está viniendo abajo sin perspectivas de poder ser salvado, a pesar de que la intensidad de lo que sintieron les hizo creer que iban a estar juntos para toda la vida; y por otra nos cuenta cómo se forjó la interesante unión de la pareja. Esta destrucción y creación están mostradas de una forma directa, sin ñoñerías pastelonas, sin posicionar al espectador para que desee un final concreto para los protagonistas y recordándonos que, por muy fuerte que sea el amor, tal como dice uno de los personajes -No hay garantías-.
Una de las cosas por las que más me ha gustado es porque me parece una historia urbana actual con la que cualquiera puede verse reflejado. Blue Valentine no tiene nada que ver con las películas románticas, en plan hollywoodiense, en las que todo es muy bonito o un dramón de tres pares con el que te da mucha pena que los enamorados no acaben juntos. Esta es una crónica de amor y desamor realista y honesta, y ya digo que en ningún momento posiciona a quien la ve para que imagine un final; como mucho lo que consigue es que, cuando ya está claro que la relación se ha terminado por completo, pienses <<Pues, sí, es mejor que cada uno se vaya por su lado>>.
A pesar de lo mucho que me gustó, es un filme que no le recomendaría a menores de 25 años (porque no creo que aún tengan la suficiente experiencia vital como para entenderlo del todo), ni a mayores de 45 (ya que les resultará demasiado juvenil); tampoco a personas que busquen guiones chispeantes y encantadores con los que acabar de buen rollo cuando termina la película. Por supuesto, y claro está, a todos los demás, les invito sinceramente a verla.