No es la primera vez, ni será la última, que en este espacio de inquietudes artísticas me remito al arte conceptual como forma de expresión sencilla y eficaz en la que, por lo general, los artistas derrochan grandes dosis de ingenio, humor e ironía. El arte conceptual es una forma de expresión artística que, en ocasiones, hasta llega a parecer una tomadura de pelo pero que, mediante su insultante sencillez, transmite ideas que golpean directamente la mente de quien contempla las obras que pertenecen a este género. Por eso, de nuevo aquí, propongo cuatro muestras de esta tendencia artística, tan criticada por muchos y tan admirada por tantos otros (entre los que, por supuesto, me encuentro), para demostrar que es una manera de transmitir conceptos de lo más meritoria.
Título: La máscara. Autor: Ron Mueck. (2003)
La máscara con la que muchas personas intentan definirse y transmitir una imagen elaborada de sí mismas, y de asustar, protegerse, atacar, refugiarse, ver el mundo, ser vistos por los demás...
Titulo: El caballero oscuro en Vatican City. Autor: Adrian Trenquilli. (1998)
Jesucristo como una sombra de sí mismo, como un icono pop con el que hacer caja en Ciudad del Vaticano; una visión fría como el metal, un personaje consagrado como una estrella de cine; super héroe al que admirar para unos, un caballero oscuro para otros...
Título: Super ego. Autor: David Byrne. (1998)
¿Quién no ha tenido la desgracia de conocer alguna vez alguien que está tan flipado consigo mismo como el tipo de la foto?
Título: El tiempo nos va gastando hasta que nos hace transparentes. Autor: Mateo Maté. (2002)
¿El tiempo pasa por nosotros o nosotros pasamos por el tiempo?