Cuando era pequeña, al igual que de mayor, no tenía muchos
amigos; las tres únicas amigas con las jugaba durante los días de diario,
desaparecían los fines de semana por distintos motivos: una, que vivía con sus
abuelos de lunes a viernes, se iba con sus padres a pasar el fin de semana a la ciudad al lado; otra, solía irse al pueblo; y la
tercera, que jugaba en mi barrio los días de diario porque sus padres tenían un comercio en
él, pasaba los sábados y domingos en el suyo que estaba bastante alejado; así que,
entre pitos y flautas, desde los 4 a los 10 años viví los fines de semana prácticamente
sola.
Como no era una cría que supiera salir a buscar amistades, y los
juguetes no me divertían, en aquella época, de forma natural, me dirigí a otras compañías con las
que entretenerme y hallé una gran amistad en el dibujo y la música. Durante aquellos años, podía empezar a dibujar a las cuatro de la
tarde, y sin
darme cuenta, terminar varias horas después, hasta que llegaba el atardecer o notaba hambre y me acercaba a la cocina a merendar. Era gran aficionada (me lo tomaba casi como un desafío) a dibujar lo más exactamente posible a los protagonistas de los dibujos animados que veía: Los Snorkels, Erase una vez la vida, los personajes de Disney… Aunque si había uno que verdaderamente adoraba reproducir, ese era sin duda alguna Snoopy; me recreaba con su morro prominente y con la simpleza expresiva de sus líneas.
darme cuenta, terminar varias horas después, hasta que llegaba el atardecer o notaba hambre y me acercaba a la cocina a merendar. Era gran aficionada (me lo tomaba casi como un desafío) a dibujar lo más exactamente posible a los protagonistas de los dibujos animados que veía: Los Snorkels, Erase una vez la vida, los personajes de Disney… Aunque si había uno que verdaderamente adoraba reproducir, ese era sin duda alguna Snoopy; me recreaba con su morro prominente y con la simpleza expresiva de sus líneas.
Gracias a todas estas horas de “prácticas” pronto el dibujo comenzó
a desarrollarse como una actividad natural en mí, y llegué a los 8 o 9 años
habiéndome convertido en bastante buena dibujante (para mi edad) pero teniendo que empezar a
escuchar un comentario que me sacaba de mis casillas cuando a alguien mayor o
pequeño se le ocurría decir delante de uno de mis dibujitos:
LO HAS CALCADO. Por lo visto nadie podía creerse que una cría dibujase bien.
LO HAS CALCADO. Por lo visto nadie podía creerse que una cría dibujase bien.
Oír aquello era algo que realmente ME
DESBORDABA; porque yo observaba un rato la imagen que iba a copiar, elegía la parte
más sencilla por la que comenzar, cuidaba el trazo de las líneas, encajaba cada
detalle, coloreaba con gusto, me esmeraba para que el dibujo
quedara perfecto…
y luego tenía que oír que SEGURO QUE LO HABÍA CALCADO.
y luego tenía que oír que SEGURO QUE LO HABÍA CALCADO.
¡¡¡CALCADO!!! ¡JA! ¡COMO LA
GENTE QUE NO SABÍA DIBUJAR! Me ponía
histérica (jajajaja).
El punto cumbre de estas escenas que tanta rabia me hacían padecer llegó cuando un día
de los que cursaba 4º o 5º de EGB, un profesor del colegio, Don Delfín, preguntó en voz alta y con cierto desdén en medio de la clase –A ver, ¿quién de vosotros dibuja bien? Que
levante la mano-, y mientras nos mirábamos los unos a los otros cuestionándonos, el profe observó al grupo en el que me encontraba levantando la mano, y añadió -¿Vosotros? Mmm… Vamos
a ver…- dijo repartiendo unos folios para a continuación volver a preguntar
escrutándonos -¿Y quién de este grupito dibuja MUY, MUY BIEN?
De nuevo, con muchos titubeos, todos intercambiamos miradas
intentado adivinar quién iba a ser EL o LA valiente que se atreviese a levantar
la mano. La incertidumbre era tal, que nadie fue capaz de hacerlo hasta que unos segundos después, con algo de miedo y bastante vergüenza, la alcé y dije en voz bajita –Yo.
-¿Tú?- preguntó el profesor con su desdén y arrogancia
habituales,
ya que él era un GRAN dibujante, y lo sabía -¿Tú dibujas muy muy bien?
ya que él era un GRAN dibujante, y lo sabía -¿Tú dibujas muy muy bien?
Con gran sigilo yo volví a afirmar –Sí...
Entonces Don Delfín acercándose y diciendo –A ver, demuéstramelo-
me puso
encima de la mesa una imagen del tamaño de una foto de carnet en la que aparecía la mascota de un programa de televisión, y añadió –Empieza. Hazlo en grande.
encima de la mesa una imagen del tamaño de una foto de carnet en la que aparecía la mascota de un programa de televisión, y añadió –Empieza. Hazlo en grande.
Me quedé paralizada cuando vi las dimensiones de la
imagen en comparación con el folio.
<<¿¿Cómo iba a hacer aquello??>> pensé creyendo que me había metido en un lío y que no iba a ser capaz de sacarlo adelante.
Después del susto, observé durante unos segundos a la mascota Vicky, conseguí ver claro por dónde tenía que empezar para que todo quedara en su sitio (siempre por la línea más sencilla), y me di cuenta de en realidad el dibujo era más fácil de lo que parecía; ya había hecho personajes de ese estilo así muchas veces antes, así que… ¿qué había que temer?
Sintiéndome bastante segura empecé, le dediqué su tiempo y, como siempre, conseguí hacerlo exacto, para desconcierto propio y ajeno. Cuando le indiqué al profesor que ya lo había terminado, se acercó, lo miró y soltó una especie de -Mmnff..- moviendo la cabeza en indicación de que… <<No estaba mal>> para a continuación enseñárselo a la clase y comenzar a oír un buen número de comentarios asombrados y admirados.
<<¿¿Cómo iba a hacer aquello??>> pensé creyendo que me había metido en un lío y que no iba a ser capaz de sacarlo adelante.
Después del susto, observé durante unos segundos a la mascota Vicky, conseguí ver claro por dónde tenía que empezar para que todo quedara en su sitio (siempre por la línea más sencilla), y me di cuenta de en realidad el dibujo era más fácil de lo que parecía; ya había hecho personajes de ese estilo así muchas veces antes, así que… ¿qué había que temer?
Sintiéndome bastante segura empecé, le dediqué su tiempo y, como siempre, conseguí hacerlo exacto, para desconcierto propio y ajeno. Cuando le indiqué al profesor que ya lo había terminado, se acercó, lo miró y soltó una especie de -Mmnff..- moviendo la cabeza en indicación de que… <<No estaba mal>> para a continuación enseñárselo a la clase y comenzar a oír un buen número de comentarios asombrados y admirados.
Mientras tanto yo aún me encontraba demasiado borracha de asombro (HABÍA
SIDO CAPAZ DE HACERLO) como para disfrutar del momento.
Poco después sonó la campana para avisar de que la clase había
terminado y empezamos a recoger mientras oía a mis compañeros decirme -Lo has
hecho. ¡Pero qué bien dibujas!- La verdad es que casi ni yo me lo podía creer...
Cuando salimos del aula, alguien cogió el dibujo triunfal y
corrió al pasillo diciendo a todo el que estaba allí -¡Mirad! ¡Mirad este
dibujo de Vicky! ¡Lo que ha hecho una de mi clase!- y se formó un corrillo de
gente dispuesta a mirar, al tiempo que yo y mi paralizante timidez de entonces no dábamos crédito
a la situación. Los críos y crías presentes cogieron el dibujo y se lo pasaron para poder observarlo mejor. Todo iba bien hasta que unos instantes después a alguien se
le ocurrió exclamar –SEGURO QUE LO HA CALCADO-, y más gente comenzó a repetirlo
como si de una acusación se tratase –Lo ha calcado. Sí, seguro que lo ha calcado.
No podía creerme lo que estaba oyendo: ¡¡QUE LO HABÍA
CALCADO!!
¡¡CON LO QUE ME HABÍA COSTADO HACERLO, JODER!!
¡¡CON LO QUE ME HABÍA COSTADO HACERLO, JODER!!
Los de mi clase empezaron a defenderme, a asegurarles que se
equivocaban mientras yo también lo intentaba llena de rabia, ganas de pegar y
lagrimones asomándose en mis iracundos ojos. Se formó un escándalo de niñ@s que
me acusaban y de niñ@s que me defendían. El profesor lo oyó y salió del aula para
ver qué estaba sucediendo. Cuando se cercioró de la situación, informó tajante –No
lo ha calcado- y abrió la mano para enseñar la mini imagen de Vicky que yo había reproducido fielmente a tamaño folio.
De repente, se hizo un silencio, las bocas y los ojos se
abrieron, y en seguida aparecieron palabras de admiración de nuevo. -No lo ha calcado. ¡¡Lo ha hecho igualito!! ¡Es igual! ¡Qué bien dibujas!
(¡Qué alivio en mi cabeza...!)
(¡Qué alivio en mi cabeza...!)
A partir de aquella intensa escena, me gané la admiración y
el respeto como dibujante de buena parte del colegio hasta el punto de que, tras el episodio, ningún miembro del profesorado proyectaba ningún mural (se hicieron
varios en los pasillos y el patio) sin contar con la participación de ésta que
aquí escribe.
Pero por desgracia, lo de tener que oír la frasecita, no acabó con aquella anécdota de final feliz, ya que a lo laaaaaaargo del tiempo fuera del colegio, he tenido que soportar por lo menos 100 mil veces más el maldito e incrédulo comentario de LO HAS CALCADO por parte de familiares, amigos y conocidos incapaces de hacer un dibujito en condiciones por sí mismos. En fin...
Es curioso que a pesar de la intensidad con la que viví
aquellas escenas relacionadas con el dibujo durante mi etapa escolar, las tuviese casi olvidadas hasta
que recientemente encontré esto en una carpeta que ya ni sabía que tenía:
¿¿Qué es??
Desde aquel agridulce episodio infantil en los pasillos del colegio,
tuve una temporada en la que, para que no me volviera a ocurrir lo mismo, como una pobre traumada (jajaja) estuve guardando al lado de los dibujos que copiaba la ilustración original.
tuve una temporada en la que, para que no me volviera a ocurrir lo mismo, como una pobre traumada (jajaja) estuve guardando al lado de los dibujos que copiaba la ilustración original.
–Qué a pecho me tomaba el comentario…- me dije al verlo y recordar con una risilla lo sucedido...
***
Aunque he editado esta entrada con dibujillos propios (menos técnicos pero más emocionales) de mis diarios creativos, si os apetece ver algunos más de los que hago y que NUNCA HE
CALCADO, podéis echarle un vistazo a otras publicaciones de este blog tales como Me gusta dibujar, Mis ilustraciones o Los rostros del recuerdo.
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