Si en el año 2015 hacía mías y compartía en este blog unas inspiradoras palabras del
escritor francés Albert Camus en las que hablaba de un verano invencible que todos llevamos dentro, en esta ocasión, hago mías las palabras del también escritor Julio Córtazar con las
que respondió a la pregunta que un periodista le planteó sobre la soledad, y
que, aunque yo no considere el asunto como un defecto ni como algo triste en mi forma de ser ni de ir por la vida, me siento muy identificada con buena parte de lo que
Córtazar explicó sobre el tema. Dice así:
Cuando el entrevistador le preguntó -Has tenido fama de tener una
juventud muy solitaria y de haber seguido siempre, en cierto modo, siendo un
solitario. ¿Cuál es tu respuesta a esa teoría?
El escritor argentino le narró lo siguiente: -Mira, me da un poco de
tristeza tener que contestarla porque evidentemente hay un…Yo sé que hay una
especie de desgarramiento en mí.
Soy por naturaleza solitario. Me siento bien solo. Puedo
vivir solo. Puedo vivir largos períodos solo. Y eso sobre todo fue así en mi primera
juventud, en mi adolescencia… Lo que yo en ese momento reivindicaba un poco
como un derecho y casi un orgullo: el hecho de que me dejasen en paz y que yo
estuviera solo, se convirtió un poco en un sentimiento de culpa… y entonces,
actualmente, tú sabes muy bien que trato de darme lo más que puedo cuando
pienso que el hecho de darme no es totalmente inútil, que puede en algún plano
tener algún sentido... Pero es un poco como la historia del Doctor Jekyll y Mr.
Hide; digamos que el solitario es Mr. Hide, el malo, y que el Doctor Jekyll es
el que trata de hacer alguna cosa; hay entonces un continuo divorcio, una
continua separación, un enfrentamiento permanente, y me sucede, y es algo que
yo lamento, que a veces en grandes reuniones, en contactos humanos muy bellos,
en los que me siento muy bien, y en que estamos haciendo cosas en común, hay un
minuto en que Mr. Hide me dice en el oído –Hombre… ¿pero por qué no estás
escuchando un disco tranquilo en tu casa?