UN PAISAJE DESCONOCIDO PARA MÍ, así es como se llama este cuadro.
A veces pasa, la obra no es ninguna virguería por sí misma pero
la interacción entre el título y lo que puede verse, tiene su aquel; lo llaman
arte conceptual y continúa en pleno auge.
Mi primera experiencia con él tuvo lugar hace ya una década,
en el año 2002, la primera vez que visité el Museo Guggenheim Bilbao. Estaba
curioseando por una de las exposiciones temporales que podían visitarse y
reparé en una obra que me llamó mucho la atención por su ¿¿simpleza?? ; en
realidad casi parecía una tomadura de pelo. No recuerdo quién era el autor,
aunque juraría que se trataba de Hans-Peter Feldmann, pero la propuesta consistía
en la parte superior de una cabina telefónica: el armatoste donde pones las
monedas, marcas y sostienes el auricular. Este se encontraba tumbado de lado sobre un
atril blanco normal de unos 45 centímetros de alto, y su única
característica más destacable es que era totalmente metalizada, casi parecía un
espejo con forma de cabina. El caso es que yo no entendí nada al verla y, en un
afán por comprender lo antes posible, me apresuré a mirar el título de la obra:
LA FRIALDAD EN
LA COMUNICACIÓN ,
podía leerse en la etiqueta; entonces sonreí como siempre que encuentro ingeniosa la relación entre la obra y el título y me quedé satisfecha. Porque así
son las cosas en la simplicidad del arte conceptual: el trabajo no está
completo sin su correspondiente título, ambos son interdependientes el uno del
otro para alcanzar una idea que transmitir sin mayores aparatosidades. ME
GUSTA.