LAS MÁSCARAS

máscara.(Del it. maschera, y este del ár. masharah, objeto de risa).
1. f. Figura que representa un rostro humano, de animal o puramente imaginario, con la que una persona puede cubrirse la cara para no ser reconocida, tomar el aspecto de otra o practicar ciertas actividades escénicas o rituales.
2. f. Traje singular o extravagante con que alguien se disfraza.
(...)
5. f. Pretexto, disfraz.

¿Quién es quién? Todo el mundo puede enmascarase. ¿Dónde está la belleza: dentro o fuera? Probablemente en ambos lugares. ¿Y la fealdad? ¿Dónde está la crueldad: en la careta o en los rasgos que oculta? ¿El engaño se produce con la máscara o el engañó está debajo de ella? ¿Es nuestra forma de mirar las cosas la que nos está engañando? ¿Dónde está la verdad?
Las máscaras vienen de tiempos remotos. Su origen se encuentra en determinadas creencias religiosas, ya que para las primeras culturas, el mundo exterior estaba poblado de espíritus malignos y demonios a los que se podía o debía ahuyentar o engañar cambiando la personalidad del individuo al colocar sobre su cara otra de rasgos horribles. Así, aquellas personas, para “salvarse”, procuraban tener una apariencia distinta a su propia personalidad.
Los germanos y los celtas formaban una procesión cubiertos con máscaras para alejar al invierno y las enfermedades.
A lo largo de los siglos ha habido muchas formas de interpretar el sentido de las máscaras, desde las destinadas al culto hasta las usadas en la guerra pasando por las que empleaba la justicia o las máscaras mortuorias, que tenían por objeto facilitar al difunto su viaje al otro mundo, unas veces engañando a sus “guardianes” con una falsa personalidad, y otras para ahuyentar a los demonios que pudiesen interponerse en el camino.
Palabras del fotógrafo Alberto Shcommer en su libro Máscaras.


Esta preciosa fotografía está tomada en el Parque del Retiro de Madrid por el fotógrafo Dominic Dähncke. Curiosamente para mí y al contrario que yo, su autor no concedió ninguna importancia al tema del personaje-estatua que se desenmascara a la vista de todos, y se concentró exclusivamente en la composición de la imagen y en el posterior tratamiento digital. Aún así, yo la he aprovechado como excusa para hablar del supuesto enmascaramiento humano, y digo supuesto porque realmente no creo en él desde que me di cuenta de que, eso a lo que llevamos tanto tiempo llamando máscaras, son en realidad las facetas de nuestra personalidad apareciendo para ayudarnos o para ponernos la zancadilla; matices inherentes que usamos cual camaleón según las necesitamos o igual que patos mareados, porque no sabemos sacarles partido y nos controlan en vez de nosotros a ellas. Estoy más que convencida de que ese susodicho enmascaramiento no es más que una forma de adaptarse al entorno y que lo llevamos en la sangre para subsistir; que la naturaleza nos ha dotado de todas esas facetas porque las necesitamos, y que no tiene nada de malo aprender a utilizarlas, siempre y cuando no se haga para perjudicar a los demás. 
En la foto, unas manos alzan un rostro sonriente, y así permiten ver una expresión que no tiene nada que ver con la de la máscara, quizás porque ya ha llegado el momento de enseñar la otra verdad del personaje...