LOS POR QUÉS DE LA GIOCONDA -da Vinci

A pesar de haber completado sólo unas pocas pinturas, Leonardo da VincI fue el artista más influyente de su época y sus obras fueron copiadas e imitadas infinidad de veces.
Sus contemporáneos no sólo se sintieron atraídos por las características estilísticas de sus trabajos sino también porque da Vinci fue el primer artista que a la vez era un pensador. Hasta entonces, los artistas habían sido considerados como simples artesanos dotados solamente de habilidad manual. Leonardo, en cambio, cultivó el aspecto intelectual de la pintura ya que no le interesaba únicamente por su perfección técnica, sino también por la capacidad de expresar a través de ella las emociones más profundas y las más sutiles del espíritu humano. Ejemplos de este "contraste" podrían ser dos obras que, traspasando lo artístico, se han convertido en auténticos y celebérrimos iconos pop: La Gioconda y El hombre de Vitruvio.
Amarillenta, cuarteada, oscurecida por una pátina de suciedad y una espesa capa de barniz
que nadie osa eliminar, La Gioconda (o Monna Lisa), probablemente la pintura más
famosa del mundo occidental, está considerada la cumbre del arte retratístico.

77x53 cms

La Gioconda marcó un hito en la Historia del Arte y abrió el camino a una forma de
crear retratos más espontánea y expresiva, ya que en el curso del siglo XV, casi todos los retratos se pintaban de perfil y sufrían la influencia, desde el punto de vista estilístico, de las cabezas de perfil reproducidas en las monedas romanas, como podemos ver en el siguiente cuadro elaborado alrededor de 1465 por el pintor renacentista Alessio Baldovinetti.


En un primer momento, sólo las personas que gozaban de un situación económica acomodada y las nacidas en la nobleza podían permitirse el lujo de encargar un retrato, por lo que se usaba más como un instrumento para evidenciar el rango social del personaje que su personalidad. Durante el siglo XV, sin embargo, el retrato empezó a descender en la escala social y fue adoptado por los mercaderes ricos. Estos nuevo clientes mostraron su preferencia por poses más informales, que daban un idea mejor de la personalidad representada.
La innovación introducida por Leonardo consistió en retratar rostros con un fuerte impacto expresivo, lo que permitió pasar del formalismo de los retratos anteriores al Renacimiento,
a los cuadros más informales y realistas.
El significado de la célebre sonrisa de su Gioconda ha sido objeto de numerosos estudios. Su ligera asimetría es lo que la hace tan enigmática, junto con unas pinceladas tan sutiles, que es casi imperceptible el paso de los labios a la piel; efecto que da Vinci conseguía aplicando capas muy finas de pintura y la técnica del sfumato que él mismo creó para fundir las luces y las sombras.


Los ojos oscuros de Monna Lisa, engarzados en los delicados contornos de los párpados,
atraen la mirada del observador. La falta de cejas podría reflejar la moda florentina de la época de depilarlas, pero es probable que hayan sido eliminadas inadvertidamente durante alguna restauración.


La Gioconda posa con manos elegantes y relajadas una encima de la otra, dando a la figura una sensación de sosiego. Asimismo, la posición de los brazos y las manos, reducible a un triángulo, contribuye al equilibrio de la composición.


Los nudos bordados que adornan el escote del vestido de Monna Lisa podrían ser una especie de firma de Leonardo, ya que su apellido Vinci tenía la misma raíz etimológica que el verbo vincolare que significa unir con ataduras, anudar. Estos motivos con nudos y entramados se repiten en toda la obra del artista.


Existe un fuerte contraste entre la elegante mujer de ciudad y el paisaje agreste a sus espaldas.
Leonardo rehusó siempre pintar los plácidos y tranquilizadores fondos paisajísticos tan utilizados por sus contemporáneos, y presentó la naturaleza en sus aspectos más misteriosos y dramáticos, con un cierto sentido universal.


Alrededor de Monna Lisa, su figura y su creación giran gran número de anécdotas, pero quizás mi favorita es la que asegura que, por alguna misteriosa razón, Leonardo no entregó el cuadro a quien se lo había encargado y, decidiendo llevarlo consigo a Francia, lo conservó hasta su muerte dejándoselo en herencia junto a otros cuadros al que había sido su asistente de toda la vida.
Además, otra anécdota relevante es que, durante los años 2011-12 el Museo del Prado realizó una excelente labor de investigación y restauración que dio a conocer al mundo una interesante y preciosa copia de La Gioconda realizada en el taller de da Vinci por sus ayudantes.


vídeo explicativo de La Gioconda del Prado

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Fuentes para la elaboración de este artículo: 
transcrito desde el monográfico Leonardo
(Colección Grandes Maestros de la Pintura. Ediciones Altaya, S.A. 2001)