No descubro nada nuevo si digo que el fotógrafo Chema Madoz es bueno, MUY BUENO, y que es muy difícil no quedar atrapada de manera instantánea por la sencillez y el ingenio de sus composiciones fotográficas. Una vez vi un reportaje en el que Madoz aparecía en su estudio repleto de objetos que todos tenemos en casa: vasos, cerillas, una escalera de mano, libros, trozos de cuerda, espejos… El problema para la mayoría de nosotros es que, cuando miramos esas cosas, no percibimos nada, no conseguimos captar significados o utilidades más allá de lo que estamos acostumbrados y a penas les prestamos atención; justo lo contrario le sucede al fotógrafo, un creador que puede transformarlas con sus manos y su mirada en objetos nuevos y sorprendentes de una forma TAN AUDAZ Y SENCILLA que, al mirar sus fotografías, acabas preguntándote casi con rabia <<¡¿ Por qué no se me ocurre esto a mí?!>>.
Con un estilo propio e inconfundible, Chema Madoz nos recuerda que no todo es lo que parece y que, ocultos entre lo cotidiano, existen nuevos mundos, nuevas imágenes que alteran la percepción de la realidad más inmediata.
Con un estilo propio e inconfundible, Chema Madoz nos recuerda que no todo es lo que parece y que, ocultos entre lo cotidiano, existen nuevos mundos, nuevas imágenes que alteran la percepción de la realidad más inmediata.