En el transcurso de los años que Edvard Munch pasó en Alemania,
se dedicó a pintar una serie de cuadros titulada El friso de la vida. Diversos
en cuanto a temática y dimensiones los cuadros estaban interrelacionados por el
lema <<poesía de la vida, el amor y la muerte>> y entre otros se
encontraba incluida obra El grito.
El grito es considerada unánimemente la obra maestra de
Munch. Es uno de los cuadros más célebres de la pintura moderna en el que se
logró transformar una experiencia muy personal de angustia en una imagen con
capacidad de comunicación universal.
Como muchos cuadros de la serie El friso de la vida al que pertenece
esta obra, esta se inspiró en un hecho real. Munch escribió al respecto en su
diario –Iba por la calle con dos amigos, y sentí una punzada de melancolía. El
sol se estaba poniendo... De repente el cielo se volvió rojo sangre. Me detuve
y me acerqué a una barandilla... Me sentí agotado y miré las llameantes nubes
que se cernían como sangre y como una espada sobre el fiordo azul oscuro de la
ciudad... He oído un grito poderoso e interminable que venía de toda la
naturaleza.
El grito (1893) 91x73,5 cms
En el curso de la historia, un restringido número de
artistas ha exorcizado sus propios tormentos interiores realizando singulares
imágenes grotescas cuya fuerza continúa siendo al mismo tiempo fascinante e impresionante.
El arte de Edvard Munch nacía de sus propias emociones, a
menudo muy agitadas, y cuadros como El grito son imágenes que incomodan y
turban al observador.
En todas las épocas ha habido en el arte europeo pintores
que nos han legado sus personales visiones de pesadilla (Las pinturas negras de
Goya, por ejemplo). Como en El grito, sus obras puede que no sean una visión
agradable, pero saben expresar con gran intensidad los aspectos oscuros y
dolorosos de la condición humana.
Munch trabajó en numerosas versiones de un cuadro paralelo
titulado Desesperación y al que catalogó como <<el primer grito>>,
hasta obtener la imagen y los colores precisos: la figura cadavérica, la
vertiginosa perspectiva de la calle que se aleja y el torbellino del cielo rojo
sangre, para que representasen mejor su terrorífica sensación.
Recordando el atardecer y la violencia de lo experimentado,
Munch pintó el cielo color rojo en relieve con respecto al azul y al naranja, con líneas onduladas para transmitir la sensación de movimiento. Además, a lápiz escribió las palabras: sólo un loco puede pintar así las líneas rojas.
La costa desolada y curva del fiordo de Oslo reaparece en toda la obra de este pintor. Aquí el sombrío paisaje vacila bajo el inminente atardecer. Líneas verdes y azules aplicadas de un modo aproximado se unen a la sensación vertiginosa y arremolinada que evoca el pánico y la ansiedad.
En contraste con las líneas sinuosas del paisaje, la valla y
el camino se alejan en diagonal con rectitud, y con su exagerada perspectiva aumentan
la sensación de inquietud y vértigo. Una calle que se pierde en el horizonte
como un camino simbólico hacia la muerte; un motivo muy recurrente en la obra
de Edvard Munch.
Al fondo hay dos figuras desenfocadas de dos amigos que caminan tranquilos en el extremo más alejado, impertérritas ante el grito que está sucediendo en la escena. Su distancia del primer plano y su parsimonia evidencian que no comparten el terror psíquico de la figura central.
La figura que grita, el rostro aullante visto de frente,
asexuado, de color mortecino y
con aspecto de calavera, da a la escena un impacto emocional directo.
con aspecto de calavera, da a la escena un impacto emocional directo.
La figura coloca sus manos en las orejas para protegerse del grito de la naturaleza, pero las líneas sinuosas rodean y engloban su forma espectral y la integran como parte de la psicosis de la imagen.
Además ya es oficial el dato de que Edvard Munch se inspiró en una momia peruana que pudo contemplar durante la Exposición Universal de París en 1889 para crear al personaje protagonista de El Grito. A continuación podemos verla en la siguiente imagen.
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