Me enamoré de las sombras. Me enamoré del perdón de los pecados. Me enamoré de la vida eterna que permaneció durante unos momentos sobre mí de forma abstracta, misteriosa y bella. Me quedé hipnotizada, fascinada por lo que se había posado en mis piernas gracias a la luz que entraba por la ventana através de las cortinas: unas medias divinas, unas sombras maravillosas.
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