Como introducción a esta entrada, empezaré confesando que Edward Hopper no es ni por asomo uno de mis pintores favoritos. La razón se debe a que las imágenes de sus cuadros, aunque gozan de un vacío generalizado de lo más elocuente, a mí, una gran amante de las obras expresivas y temperamentales, no me transmiten nada; aún así he de admitir que, como buena aficionada al cine y a la fotografía, las obras de este señor me resultan de lo más curiosas, tanto por la calidad de sus composiciones en las que consigue encuadres, perspectivas y puntos de fuga dispuestos al milímetro (siempre he dicho que más que un pintor parece un fotógrafo), como por la enorme influencia que luego estas características de su trabajo han ejercido y continúan ejerciendo sobre el cine moderno. Aquí podemos ver algunos ejemplos:
Pintura de Edward Hopper - Los noctámbulos
Fotograma de la película de Wim Wenders - El final de la violencia
Y es que sin duda Edward Hopper (1882-1967) es uno de los pintores que más ha influido al séptimo arte, hasta el punto de que muchos de los encuadres, escenas y planos realizados por numerosos directores de cine y fotografía, han bebido de su arte y han recreado descaradamente un buen número de los escenarios que protagonizan sus cuadros.
Ellos han homenajeado o copiado a este autor tomando, desde sus imágenes de lugares despoblados o mujeres solitarias, hasta sus escenas de bares nocturnos o faros en la costa, pasando por surtidores de gasolineras en carreteras no frecuentadas, puentes brumosos o casas en medio de la nada como la siguiente que vamos a ver.
cuadro de Hopper: La casa del ferrocarril
Ella, esta casa, fue recreada para uno de los decorados de la película Gigante, y además fue en la que se inspiró el director de cine Alfred Hitchcock para construir el Motel Bates, o lo que es lo mismo, el sitio donde ocurrían los asesinatos durante la extraordinaria y genial película Psicosis.
Psicosis (1960)
Un gran porcentaje de las imágenes mostradas en las obras de Hopper son prácticamente encuadres perfectos o pensadas composiciones que bien podrían equivaler a planos cinematográficos; y es que la influencia fue mutua: así como los profesionales del cine quedaron fascinados por múltiples escenas que el pintor plasmó en sus trabajos, Hopper se apasionó rápidamente por todo lo concerniente al universo fílmico (era un asiduo y febril amante de las salas cinematográficas) y demostró en sus pinturas el fuerte magnetismo que el mundo del celuloide ejercía sobre él.
óleo de Edward Hopper titulado Cine en Nueva York
Pero mi sorpresa en lo que se refiere a este pintor llegò de la mano de la siguiente imagen que comparto. En ella se nos muestra una comparativa de algunos de sus cuadros con fotogramas de una de las películas que más me gustan de Alfred Hitchcock: La ventana indiscreta. Observándola podemos comprobar la más que evidente similitud entre las escenas creadas por Hopper para sus pinturas, y las recreadas por Hitchcock para su film.