Edvard Munch fue un autor noruego que sin embargo forjó su fama en
Alemania. Vivió en Berlín durante dieciséis años y, salvo algún viaje
esporádico, sobre todo a Noruega, la capital germana fue el lugar en el que se
constituyó el núcleo de su vida creativa.
Durante los años que pasó en Alemania Munch se dedicó
a pintar una serie de cuadros que tituló El friso de la vida. Variados en
cuanto a las dimensiones y la temática, nunca tuvieron una forma definida, pero
estaban interrelacionados por el lema <<poesía de la vida, el amor y la
muerte>> y entre otros cuadros célebres se encontraba incluido El grito.
Una vez superado el naturalismo de sus primeros lienzos, tras conocer la obra de Gauguin y Van Gogh, Munch dio vida a un lenguaje personal que revestía el color de profundos valores simbólicos y una línea sinuosa y continua, derivada del modernismo, que parecía simplificar como ondas sonoras los sentimientos e impulsos más oscuros del alma humana. Su pintura se convirtió así en expresión del sentimiento trágico y de una condición de inquietud existencial.
A Edvard Munch no le interesaba pintar temas encantadores y atractivos, prefería mostrar a través de su arte las más fuertes emociones del alma humana: la angustia, el terror, el deseo y la depresión, tal como dejó escrito en 1899 en su diario –ya no volveré a pintar escenas de interior con personas leyendo y mujeres haciendo calceta. Pintaré personas vivas que respiran, sienten, sufren y aman; pintaré muchos cuadros de este género. La gente comprenderá su carácter sagrado y se quitará el sombrero como si estuviese en la iglesia-. Para Munch el arte debía expresar emociones intensas, no crear
elegantes adornos; y sin duda consiguió representar algunas pasiones como el
deseo, la desesperación y los celos, de manera más convincente y desconcertante
que ningún otro pintor.
La línea ondulada y continua es una característica de su arte en general y lo vincula con el modernismo. También pueden relacionarse otros motivos con las características generales de la época, como su abandono del la representación directa y literal para ocuparse de la expresión de las ideas y las emociones subjetivas, conectando con el simbolismo, una de las corrientes dominantes del arte europeo entre 1885 y 1910.
También el interés de Munch por la muerte, la enfermedad y el pecado, así como la atracción
que sobre él ejercían las mujeres de intensa sexualidad, son características análogas a las de muchos influyentes pintores simbolistas. Sin embargo, a pesar de estos vínculos, la obra de este artista se aparta de la de muchos de sus contemporáneos por la intensidad con que expresa los sentimientos. En este aspecto, tal vez sólo Van Gogh, le igualó, y es precisamente a ambos a quienes se les considera los precursores del expresionismo, un movimiento de principios del siglo XX en el que sus representantes tendían a expresar sus intensas emociones distorsionando o exagerando a menudo las apariencias naturales. Los cuadros de Munch, al igual que los de Van Gogh, a pesar de la sensación de inmediatez que transmiten son producto de una profunda meditación. Un amigo contaba al respecto en 1913 –no pinta todos los días, ni siquiera todas las semanas... en general le gusta reflexionar durante largo tiempo sobre un tema, hasta que un día, sin previo aviso, se pone manos a la obra con frenesí.
Tras el colapso nervioso sufrido por Munch en 1908, su
que sobre él ejercían las mujeres de intensa sexualidad, son características análogas a las de muchos influyentes pintores simbolistas. Sin embargo, a pesar de estos vínculos, la obra de este artista se aparta de la de muchos de sus contemporáneos por la intensidad con que expresa los sentimientos. En este aspecto, tal vez sólo Van Gogh, le igualó, y es precisamente a ambos a quienes se les considera los precursores del expresionismo, un movimiento de principios del siglo XX en el que sus representantes tendían a expresar sus intensas emociones distorsionando o exagerando a menudo las apariencias naturales. Los cuadros de Munch, al igual que los de Van Gogh, a pesar de la sensación de inmediatez que transmiten son producto de una profunda meditación. Un amigo contaba al respecto en 1913 –no pinta todos los días, ni siquiera todas las semanas... en general le gusta reflexionar durante largo tiempo sobre un tema, hasta que un día, sin previo aviso, se pone manos a la obra con frenesí.
Tras el colapso nervioso sufrido por Munch en 1908, su
arte
cambió de registro y se hizo mucho más positivo y extrovertido. El artista se
dedicó con gran ahínco a los paisajes y vivió en gran parte de los ingresos
obtenidos de los retratos por encargo. Las pinceladas se hicieron más amplias y
decididas respecto a las obras anteriores y los cuadros fueron de mayores
dimensiones. A pesar de los cambios radicales, este artista continúo
explorando los temas que le habían obsesionado en la primera parte de su
carrera y a menudo reelaboró sus imágenes preferidas. Las obras de este segundo
período han sido calificadas de “desinfladas” respecto a los cuadros de
extraordinaria intensidad de la última década del siglo XX, cuando se
encontraba en la cima de su arte. Es indudable un declive en el clima
emocional, pero sus obras tardías siguen siendo de una gran belleza.
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