Uno de los lemas de Robert Capa era -si tus fotos no son lo
suficiente buenas, es que no estás lo bastante cerca- así, con este
pensamiento en mente, el intrépido foto reportero se enroló en 1944 en otra de las
aventuras que poblaban su vida de personaje trotamundos.
Esta peligrosa aventura, que se intuía que iba a ser uno de los momentos más importantes e intensos de la Historia, comenzó en un puerto de Inglaterra el 5 de junio del año 1944. Antes de subir a un
barco de transporte militar, Capa escribió una carta de adiós a su familia y la
escondió en el bolsillo de la camisa, como hacen los soldados cuando van a la
guerra, y empezó un viaje que le llevaría hasta la playa de Omaha en Normandía, sitio en el que tendría lugar una de las batallas militares más infernales de todos los tiempos efectuada por las tropas estadounidenses contra los soldados de Hitler.
Robert Capa fue el único reportero gráfico que se atrevió a acompañar en primera línea al batallón de infantería que desembarcó en Omaha, tan solo seguro de una cosa: a su llegada a las costas
normandas a las seis y media en punto de la mañana, tendría luz suficiente para hacer sus fotos.
Capa pasó unos 90 minutos fotografiando todo el asalto estadounidense a la costa de Normandía mientras el emplazamiento se convertía en un hervidero de bombas,
agua, gritos, disparos, muertos y hombres luchando.
Avanzando por la playa, como si de un soldado más se tratase, realizó fotos hasta que se le acabaron los carretes, y así logró tomar 72 imágenes de aquel importante y trascendental episodio histórico.
agua, gritos, disparos, muertos y hombres luchando.
Avanzando por la playa, como si de un soldado más se tratase, realizó fotos hasta que se le acabaron los carretes, y así logró tomar 72 imágenes de aquel importante y trascendental episodio histórico.
En la sede londinense de la revista Life, para la que
trabajaba entonces, no recibieron noticias suyas durante toda la jornada a pesar de que Robert Capa
continuaba con vida.
Al día siguiente por la tarde, un motociclista irrumpió en
la oficina del redactor jefe con unos carretes. Inmediatamente el laboratorio
comenzó a revelarlos, pero sucedió que, con las prisas, un aparato de calefacción
mal regulado causó grandes daños en los negativos y el mayor reportaje fotográfico
de la historia, quedó prácticamente destruido. Por fortuna, en el cuarto carrete se
conservaron 11 imágenes como surgidas de la nada. Son las fotos que hicieron
historia, esas instantáneas que Capa fue a buscar al infierno y sellaron su destino.
Tras el día D, el fotógrafo estuvo oficialmente muerto durante 48
horas después de que un sargento norteamericano declarase haber visto su
cadáver flotando en el agua. Al enterarse, el ejército envió una nota necrológica alabando su valor, mientras Capa
seguía vivo entre los soldados y heridos haciendo fotos tras haber denegado la oferta de volver a Londres.
Años más tarde, en su libro autobiográfico titulado Ligeramente Desenfocado, Robert Capa comentaba sobre el día D y sobre el lugar que había elegido para tomar sus legendarias instantáneas:
Si en este punto de la historia mi hijo me interrumpiera
para preguntar -¿Cuál es la diferencia entre un corresponsal de guerra y
cualquier otra persona de uniforme?- tendría que responder que el corresponsal de
guerra bebe más, liga más, gana más y tiene más libertad que un soldado, pero
que a esas alturas de la guerra, tener la libertad de elegir dónde estar en
cada momento y tener la posibilidad de ser considerado un cobarde sin ser
ejecutado por ello, constituían para él una tortura. El corresponsal de guerra
tiene en sus manos su mayor apuesta: su vida, y puede elegir el caballo al que
apostarla, o puede guardársela en el bolsillo en el último segundo. Yo soy un jugador. Decidí acompañar a la Compañía E en la
primera oleada.
***
¿Sabías que el verdadero nombre de este fotógrafo legendario no era
Robert Capa y que su carrera dio un vuelco cuando se lo cambió?
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