La niña enferma es una obra que el pintor Edvard Munch definió como –la conquista de mi arte- y escribió –gran parte de lo que he hecho desde entonces tiene las raíces en este cuadro-. El gran significado que esta obra tenía para él se demuestra en el hecho de que hiciese otras cinco versiones de la misma, así como varios grabados. El tema del cuadro recordaba la muerte por
tuberculosis de su hermana Sophie, ocurrida en 1877 cuando sólo tenía quince años,
una tragedia de la que el artista nunca consiguió recuperarse.
tuberculosis de su hermana Sophie, ocurrida en 1877 cuando sólo tenía quince años,
una tragedia de la que el artista nunca consiguió recuperarse.
La modelo para este trabajo fue una niña pelirroja de once años, Betzy Nielsen, que Munch conoció en 1885 cuando acompañó a su padre médico a visitar a un niño con una pierna rota. Betzy era la hermana del niño y al pintor le conmovió su desesperación ante el dolor de su hermano. Tras pedir permiso a la madre para retratarla, la niña posó para él en varios trabajos.
La niña enferma (1885-86) Medidas: 120x119 cms
El cuadro en su primera aparición fue vapuleado, en especial por la tosquedad de su ejecución. El lienzo fue expuesto en la capital en Noruega en 1886 y fue atacado con ferocidad; un crítico especializado lo calificó como –incoherentes garabatos-, mientras que otro llegó a escribir –el mejor favor que se le puede hacer al pintor E. Munch es mantener el silencio sobre este cuadro.
Comparado con sus obras posteriores, La niña enferma es aún muy naturalista, pero en él ya se advierte que la atención del artista se centraba más en la experiencia interior que en la realidad superficial. Los colores en la escena juegan un papel muy expresivo. El rojo anaranjado de los cabellos de la niña contribuye a acentuar la palidez de su rostro y evoca la idea de la sangre y el sufrimiento.
La mano derecha de la joven es de un blanco espectral. Munch dijo haber intentado con todas sus fuerzas plasmar –la piel pálida y transparente, y la boca y las manos temblorosas.
Inclinada sobre la niña moribunda y resignada, una mujer que sufre por la situación lleva vestidos oscuros que se difuminan con el fondo y aluden a la idea de muerte inminente.
¿Qué despierta en vosotros la escena de este cuadro?
A mí me da la sensación de que asisto a una tristísima y desgraciada despedida :-(
No sé quién me da más pena, si la niña o la señora. Tengo ganas, tanto de acercarme a consolar a cada una de ellas, como de quedarme petrificada sin palabras aguantándome las lágrimas.
Fuentes para la elaboración de este artículo:
Transcrito desde el libro Munch
(Colección Grandes Maestros de la Pintura. Ediciones Altaya, S.A. 2001)