ME GUSTA DIBUJAR

Me gusta dibujar. Me gusta mucho desde que una mañana de sábado de hace muchísimos años mis padres aparecieron con dos cuadernos de dibujo y dos cajas enormes de rotuladores que nos regalaron a mi hermano y a mí sin ningún motivo en especial. Entonces yo sólo tenía cuatro años y no había visto nada como eso en mi corta vida.  En ese momento, aquello me sorprendió y me alegró mucho porque de repente me di cuenta (a mi manera infantil) de que, en ese preciso instante, yo pasaba a ser la dueña y señora de una cosa tan bonita y alucinante como un cuaderno de dibujo y una caja enorme de rotuladores. Por supuesto, en aquel instante no tenía ni la más remota idea de que ese iba a ser uno de los encuentros que iban a determinar para siempre mi relación con la vida, con el tiempo libre y con las inquietudes artísticas.
Este fue el primer dibujo con el que estrené aquel regalo fabuloso, y que conservo con mucho cariño. Era un lugar con numerosos árboles situado en las afueras del sitio donde vivía:


Me gusta dibujar y me gusta dibujar lo que sea; desde cosas sencillas y bobas como unos dados o una jarrita, pasando por retratos a modo de ilustraciones, bocetos de animales o personajes amenazantes que no sé de dónde salen. El tema que elija es lo de menos, al igual que si lo hago con más o menos acierto; lo importante y necesario para mí es el acto en sí mismo de dibujar; aunque si alguien me preguntase cuál es motivo que prefiero, creo que contestaría los animales pero, como os muestro por aquí, hago un poco de todo.

 




Es cierto que va por rachas y que ya no dibujo ni la mitad que cuando era una cría; sobre todo porque hace años que me entregué a la realización de mi admirado y venerado arte abstracto. 
Pero de todas maneras creo que dibujar es un ejercicio muy sano para la mente. Hace tiempo que me di cuenta de que es algo que va más allá de lo artístico o entretenido, ya que el acto de dibujar conlleva la práctica de una cantidad considerable de destrezas que pueden sernos de gran utilidad en la vida cotidiana, como la observación, la concentración, la coordinación ojo-mente-mano, la orientación espacial (al tener que disponer los elementos a dibujar dentro de un espacio muy determinado), la paciencia... Vamos que parece casi un ejercicio de meditación. Además si la imagen que intentamos es libre, interviene enormemente la creatividad.

 





Recientemente llegó hasta mí un artículo en el que leí que ahora la ciencia corrobora las estimaciones a las que yo había llegado por pura intuición y que, además en él, se recomienda incluir en nuestra vida el ejercicio de dibujar como quien hace sopas de letras, crucigramas o sudokus. Refiriéndose a la importancia y a los efectos positivos que puede proporcionar en nuestra mente dibujar, parte del artículo mencionado contaba esto: el dibujo se ha asociado históricamente al arte y a la estética ignorando todas sus demás aplicaciones que no tienen una pretensión estrictamente artística. Esto condiciona nuestra manera de mirar nuestros propios dibujos y los que nos rodean, calificándolos de buenos o malos en base a cánones estéticos académicos como la proporción, el naturalismo, la composición o el equilibrio cromático. Así, a excepción de aquellos cuya manera de dibujar encaja con este canon o quienes poseen una vocación impermeable a toda crítica, la mayoría acabamos concluyendo que no sabemos dibujar o no se nos da bien y abandonamos la práctica. (...) Si lo entendemos como una habilidad humana universal y lo equiparamos al lenguaje verbal, resulta evidente la incoherencia que supone que renunciemos a utilizarlo. Nadie deja de escribir porque tenga mala letra o porque no sea un gran escritor. Pues no, nadie deja de escribir por eso, así que desde aquí os invito a que no dejéis de dibujar o a que comencéis a hacerlo justo por el mismo motivo  ;-)




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