Ya he terminado de leer Poeta en Nueva York y admito que
estoy impresionada de un modo que no puedo definir como positivo o negativo debido a que todavía estoy preguntándome -¿Pero qué coño ha sido esto?- Aún estoy
digiriendo el poemario después de haber tenido que leerlo dos veces: una, para
quitarme la curiosidad voraz, y otra para sencillamente tratar de entender
mejor la obra sin ninguna impaciencia incordiando ya.
En Poeta en Nueva York encontramos paseos solitarios, hastío personal, miserias y
reivindicaciones sociales, dolor, rabia, luna, sangre, observación, dosis de
crueldad,
confesiones y preguntas, admiración, muerte, reclamos de libertad,
descubrimientos, títulos inquietantes, imágenes nítidas, escenas turbias, algún
que otro delirio surrealista y un grado de alegría final. Supongo que con esto dicho, es obvio que la obra
experimental de Lorca no me ha parecido una lectura precisamente fácil. El
mundo externo e interno que el poeta muestra haciendo malabarismos con las palabras y el verso libre, es de manera genérica desolador,
ajeno e incapaz de tentarle a vincularse verdaderamente con él. De hecho, una
de las cosas que más sorprende al empezar el libro es la de comprobar una y otra
vez la imagen tan negativa que Federico García Lorca se llevó al llegar a Nueva
York y mientras vivió en allí durante nueve meses. Al poeta le pareció un lugar
desalmado, feo, deshumanizado, alienante y lleno de miserias o de gente que
solo pensaba en hacer mucho dinero. Lorca se sintió por completo desubicado en medio
de edificios que encontró monstruosos por su tamaño y feos por la cantidad de
metal utilizado.
En este dibujo, muy esquemático pero a la vez muy elocuente que realizó de sí mismo, el poeta representa su experiencia en la ciudad
situándose entre edificios que le superan y sobre los que una ave negra defeca; él a su vez llora lunas
negras y es acechado por animalillos oscuros.
Curiosamente, a pesar de que su estancia en la gran manzana
transmite un aspecto sombrío desde casi todos los ángulos posibles, Lorca
aprendió mucho de ella, y al regresar a España mutó como una vivencia positiva
tanto a nivel personal como artístico. Dicen que cuando la gente que le conocía
se reencontró con él tras su vuelta, parecía una persona distinta, como si
hubiera experimentado una especie de renacimiento.
Si alguien me dijera que le gustaría empezar a leer Poeta
en Nueva York, le recomendaría que antes se informara sobre estas cuatro claves
cruciales que narro a continuación, ya que el poemario es tremendamente
autobiográfico, y es necesario saber y tener presentes las circunstancias en las que Lorca se encontraba en aquella época para facilitar la comprensión del complejo texto.
4 Claves para entender Poeta en Nueva York
Una crisis personal. A pesar de estar en aquel momento
en la cumbre del éxito tras la gran acogida de su Romancero Gitano, Federico
García Lorca se encontraba triste, cansado y preocupado. Marchó hacia la gran manzana
profundamente deprimido tras el abandono que sufrió por parte del que entonces era su
pareja sentimental: Emilio Aladrén , y el vapuleo que le expresaron por carta sus amigos Salvador Dalí
y Luis Buñuel tras leer el famoso Romancero, al que tacharon casi de “putrefacto”.
Intentar superar el desamor y darle un nuevo rumbo a su obra fue lo que
impulsó al poeta a acompañar a Nueva York a uno de sus mentores, y
esto tuvo un efecto revulsivo sobre él, porque todo lo que vio, sintió y
odio en aquella ciudad desencadenó unas pulsiones, un ritmo y una forma de
expresarse sin precedentes en su poesía.
El crack de 1929. Además, el poeta y dramaturgo era una
persona muy sensible a las injusticias sociales, y precisamente llegó a la
ciudad de los rascacielos un par de meses antes de que se produjera el famoso crack financiero de 1929
que hundió económica y anímicamente a la sociedad estadounidense y que tuvo
repercusión en el resto del mundo. Él mismo Lorca habló sobre ello de esta forma: Estos días he tenido el gusto de ver (o el disgusto) la catástrofe de la Bolsa de Nueva York. Estuve más de siete horas entre la muchedumbre de los momentos del gran pánico financiero. Los hombres gritaban y discutían como fieras. Solamente viéndolo se podía comprender el sufrimiento y la angustia de la muchedumbre. Este espectáculo me dio una visión nueva de esta civilización. Pensaba con lástima en toda esa gente con el espíritu cerrado a todas las cosas, expuestos a terribles presiones y al refinamiento frío del cálculo de dos o tres banqueros dueños del mundo.
Siempre en España. Aunque Federico García Lorca fue
desde muy joven un hombre de gran cultura e ideas avanzadas, nunca hasta
entonces había salido de España; lo cual en aquella época (1929-30) significaba
estar acostumbrado a ver edificios de no más de cinco plantas (en el mejor de
los casos), moverse entre gentíos pero no muchedumbres, entre vehículos
pero no ríos de automóviles, ni ver personas de otras razas, ni carteles llenos
de luces, ni ritmos frenéticos de vida... De ahí se entiende que el impacto
visual y cultural que le causó la gran manzana fuera tan fuerte y negativo. Le
pareció una Babilonia estresante.
Influencias del surrealismo. Leer Poeta en Nueva
York no es sencillo. Más de una vez durante su lectura he pensado –¿Pero esto
qué es?- o –Madre mía en qué lío me he metido, ¿no sería mejor dejarlo?- El movimiento surrealista, tanto en la literatura como en el arte, ya se había iniciado y Lorca, aunque no entró de lleno en él, tampoco quedó al margen, lo que hace que en el famoso poemario podamos encontrar malabarismos con expresiones e imágenes cargadas de un simbolismo no apto para todos los públicos, y versos de gran complejidad que a veces son un desafío (o un incordio) para el cerebro, la imaginación y la paciencia. Pongo un par de ejemplos de los muchos posibles:
Con la ciencia del
tronco y el rastro
llenan de nervios
luminosos la arcilla
y patinan lúbricos
por aguas y arenas
gustando la amarga
frescura de su milenaria saliva.
Lobos y sapos cantan
en las hogueras verdes
coronadas por vivos
hormigueros del alba.
La luna tiene un
sueño de grandes abanicos
y el toro sueña un
toro de agujeros y de agua.
Pero aún insistiendo en que el libro es de una riqueza rara
y compleja, sí que recomiendo leerlo por que hay partes que me han parecido
verdaderamente gloriosas, de esas que te hacen pensar: ojalá hubiera escrito yo esto.
A modo de despedida y por no hacer esta publicación demasiado larga, he realizado
otra en la que he transcrito una colección de
mis frases favoritas de Poeta en Nueva York. Dejo aquí el enlace por
si a alguien le apetece echar un vistazo: Lorca Seleccionado
agosto de 2018