Si en el verano de 2013, cuando comencé a hacer Guerrilla
Art, alguien me hubiera dicho que seis años después iba a continuar realizándolo,
yo hubiera respondido rápidamente lo que de verdad pensaba en aquel momento:
–Nooo, qué va… Si esto va a durar dos o tres meses, hasta que se me acaben las
cosas-; pero lo del Guerrilla Art no sólo no duró ese tiempo sino que además
prosiguió hasta llegar a día de hoy. Y sinceramente, no tiene mucha pinta de
que vaya a acabar.
Si alguien durante el verano de 2013 me hubiera contado que
seis años más tarde no sólo iba a continuar haciendo Guerrilla Art sino que
además las acciones iban a sofisticarse hasta convertirse en pequeñas
intervenciones artísticas urbanas, tampoco me lo hubiera creído.
Y lo que jamás se me hubiera pasado por la cabeza es que yo
acabase tan interesada y fascinada por el arte urbano, que me pusiera a
investigar y a estudiar su nacimiento e historia a través de varias tesis,
documentales y un par de libros, de cara a elaborar de una forma más intervencionista mis
propias propuestas y a barajar la posibilidad de dar charlas sobre esta fascinante forma arte; una manifestación que por desgracia, de forma
general, creemos que consiste sólo en los graffitis, la música hip-hop y el mundo de los skaters.
Casi todas las tardes salgo a dar un paseo por mi barrio y
sus alrededores y, de vez en cuando, tras haber pasado algunas jornadas realizando
gustosamente obritas Guerrilla Art, me dedico a adherirlas al mobiliario urbano
por puro entretenimiento y con la sencilla intención de que a alguien le saque
de su hipnosis reptilina, se pare a mirarlas, le causen un pequeño impacto y se
las lleve, las fotografíe, pase de ellas o directamente se las cargue. Podríamos decir que la acción se completa en el instante que cualquiera repara en ella de la forma que sea. También es mi manera de dar rienda suelta a mis inquietudes artísticas, despertar el interés y dar a conocer el movimiento del arte de guerrilla.
En el transcurso de estos seis años he visto de todo con respecto a lo que dejo por las calles: sonrisas, corrillos mirando sorprendidos el descubrimiento, codazos y avisos
en plan –¡Ey, mira lo que hay ahí!-, indiferencia absoluta y pasadas de largo,
alguna persona tomando fotos de lo que ha encontrado, a alguna otra muy
cabreada tirando a la basura el hallazgo o agrediéndolo… De vez en cuando veo estas cosas, no
porque me quede a mirar qué impresión causa lo que he dejado, sino sencillamente porque,
de tanto en tanto, coincide que pasas por el lugar donde pusiste la obrita, y
te encuentras la escena; todo depende de cuánto tiempo permanece colgada; puede
durar desde diez minutos hasta varias semanas. Pero lo normal es que no te
enteres de nada, porque una vez que la dejas, te desentiendes de ella y pasa a
ser del mundo, de la vida, de los demás… Ya no te pertenece.
Cuando una tarde decido que voy a dedicar el paseo a hacer
Guerrilla Art, salgo de casa portando cosas como: pegatinas que publicitan el
movimiento, deseos de buena suerte, frases de ánimo, dibujitos simpáticos, sobres
bonitos con un poco de dinero, reflexiones cariñosas o poéticas…
También llevo una temporada que me ha dado por hacer pósters
en papel kraft que
pego en zonas infantiles. La verdad es que visto así, el Guerrilla Art es una forma de arte urbano bastante romántica.
pego en zonas infantiles. La verdad es que visto así, el Guerrilla Art es una forma de arte urbano bastante romántica.
Pero mi Guerrilla Art no siempre es tan amable o encantador,
ya que como aseguro,
todos llevamos un/a pequeñ@ salvaje dentro bastante
atrevid@ que de vez en
cuando pide paso y expresión.
En España actualmente estamos en plena campaña electoral de
cara al pasado 28 de abril y al próximo 26 de mayo, fechas en las que votamos
de nuevo para elegir a los patanes de turno que “nos gobiernen”. Y a mí, que
estoy BASTANTE CABREADA con los asuntos políticos, me ha dado por preparar
pegatinas como éstas y adherirlas a los carteles publicitarios situados en mi
barrio, justo en la frente de los candidatos. El resultado visual y conceptual
es pura ironía.
Sé que ha habido gente a la que le ha escocido encontrarse
con ello porque, días después de haber puesto las pegatinas, las encontré tachadas,
rayadas a conciencia o despegadas a propósito;
por supuesto, contaba con que eso ocurriese.
por supuesto, contaba con que eso ocurriese.
¿¿¿Alguien se sintió ofendido???
Si así fue ME ALEGRO, porque yo también me ofendo con las
tonterías que tengo que soportar y escuchar de nuestros gobernantes. Poner las
pegatinas impertinentes fue mi pequeña venganza;
una manera de bajo de presupuesto para intentar resarcirme.
una manera de bajo de presupuesto para intentar resarcirme.
Volviendo a mis paseos, he escrito una segunda parte a ésta en la que hago una reflexión sobre las cosas tan
llamativas que encuentro mientras camino haciendo Guerrilla Art, y sobre si eso
puede considerarse arte urbano, expresión artística urbana o pura MIERDA. Si os
apetece echarle un vistazo, os dejo aquí el enlace para que visitéis la
entrada titulada Guarreando el entorno.
6 de mayo de 2019