A veces pinto. Lo hago con rodillo, con pincel-brocha, arrastrando la pintura, disolviéndola, chorreándola sin control, midiéndola. Con óleo, con acrílico, con tinta, spray, témpera, con pasteles, pegando directamente cosas…. Sobre tabla, sobre lienzo, sobre láminas de papel muy grueso, sobre cartón… Me encanta experimentar independientemente de lo que dé como resultado, aunque éste siempre debe ser abstracto porque es la única forma de pintura que de verdad me ha interesado efectuar desde bien pequeña. Y aunque de vez en cuando también hago otro tipo de cuadros, no los encuentro ni la mitad de interesantes que los abstractos.
Yo no soy artista pero cada cierto tiempo me gusta jugar a serlo.
Realizar obritas abstractas es algo que realmente me fascina en todos los sentidos: me entretiene, me evade, me desposee del mundo físico, consigue que me deje llevar y me recree con esa manera de conseguir belleza o de transmitir alguna sensación, de jugar con los colores, con los materiales empleados y el espacio. De verdad que estoy en mi salsa mientras los hago. Tanto es así que en muchas ocasiones, creyendo que han pasado 30 o 40 minutos desde que empecé, resulta que han transcurrido dos o tres horas. Y es que, a pesar de lo que cree la mayoría de la gente, realizar cuadros abstractos no es tan sencillo ni tan rápido como parece; <<Que haces así cuatro burratajos y ya está>> como dicen "los entendidos de andar por casa".
Lo que estáis viendo en esta publicación es una selección de obras hechas por mí en las que me dejé llevar por influencias de diversa índole: Kandinsky, el Constructivismo, el Informalismo, el Expresionismo Abstracto… Ya digo que me encanta probar y observar con deleite qué sale. Unas veces el resultado es muy satisfactorio y otras no tanto, pero en cualquier caso la experiencia de probar siempre es alentadoramente entretenida, lo que por supuesto me anima a animaros a intentarla alguna vez.