Subí al puente; ahí estaba de nuevo ante un horizonte embellecido por la luz del crepúsculo que en esta ocasión cruzaba el cielo como una línea de la cual parecía que estaba a punto de emerger alguna presencia divina. Las cuatro torres más altas de Madrid podían verse diminutas al fondo entre la bruma ámbar; yo observaba todo aquello como algo sublime; sin duda alguna era Mi Momento. Aún a sabiendas de que perdería grandiosidad y hermosura al quedar registrado en una foto, saqué la cámara, apunté y disparé. Otra vez estaba intentado eternizar algo efímero y quedármelo para siempre.
Desde hace más de 20 años, siempre que puedo, por las tardes me alejo de
la zona en donde vivo y me sitúo exactamente a lo alto de un puente que
hay en las afueras para disfrutar tranquilamente del atardecer.
Cuando ese momento llega, todos los pensamientos se diluyen, todo en mí
se relaja y entro en una especie de trance gracias a la belleza de lo
que estoy contemplando. Llamo a ese estado Mi momento Zen porque la sensación de conexión y de reconciliación con la vida es total, máxima, casi mística...
Como si fuera un vampiro, el atardecer es mi momento favorito del día. No sabría deciros cuántas veces a lo largo del año salgo a verlo, calculo que al menos unas cien, y aunque son muchísimas las ocasiones en las que lo he contemplado, no me canso de él. Uno de los motivos por los que creo que la puesta de sol me resulta siempre sensacional se debe a que la escena varia de un día para otro. Nunca verás el mismo atardecer dos veces.
Jamás comprenderé a la gente que pasa por el puente a esa hora y
prefiere mirar el móvil a deleitarse con semejante espectáculo. Ello
hace que a menudo me dé cuenta de la suerte que tengo de poder sentir y
apreciar semejante maravilla; de ser capaz de caer hipnotizada,
relajada, entregada a su hermosa luz y grandiosidad.
Incluso a veces me ocurre que, mientras estoy observando la puesta de sol, me siento sumamente poética y
preciosa, como si la belleza de ese momento me calase hasta los huesos y
me convirtiera en algo poético y hermoso a su vez. De verdad que me
hace sentir increíble, además tengo ocurrencias que me sorprenden y que aparecen en mi mente como si una parte de mí con la que
normalmente no estoy en contacto las pronunciase. Es muy bonito cuando
sucede. De tanto en tanto las comparto en mi blog personal. Si os apetece leer alguna solo tenéis que hacer click en cualquiera de las fotos.
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