Acababa de empezar el año 1996 cuando vi Rebelde sin Causa por primera
vez. En aquella época yo era adolescente y me topé con esta película en una sobremesa de enero en la que la
estaban emitiendo por la tele. Aunque no sabía nada de ella, me puse a verla porque quería observar cómo era ese actor clásico tan famoso, ese tal
James Dean. Entonces yo tenía 16 años, y uno de los momentos más
intensos y liberadores de mi vida estaba a punto de suceder: quedaban unos 20
días para que mis padres POR FIN se divorciaran. Durante las semanas previas a
esa fecha, en casa habían estado ocurriendo cosas terribles de las que he
tardado años en recuperarme; los padres nunca pueden hacerse una idea
ni meramente aproximada del daño que hacen a sus hijos con determinados
comportamientos, berridos, silencios, ataques y sumisiones. Todavía me duele un
poco cuando me acuerdo de ello...
En mi diario de la época escribí lo siguiente sobre el filme: El otro día me pasó algo alucinante, vi una
película que no sé cómo se llama porque la pillé empezada. Trabajaba James
Dean y todo lo que decían los protagonistas parecía como si saliese de mi
propia boca, como si todo el guión estuviera escrito para mí.
Sí, me quedé realmente impresionada con la historia porque
me sentí identificada con los personajes hasta
el aturdimiento. Jim Spark, Judy y Platón eran COMO YO, y yo era los tres a
la vez.
Platón, Jim Spark, Judy |
Rebelde sin Causa trata de hijos que no entienden a
sus padres y padres que no comprenden a sus hijos; de chavales que se sienten
desvalidos, confusos y faltos de cariño, y de padres que se sienten
desconcertados y enfadados por la actitud de sus vástagos. La historia tiene como protagonistas a tres jóvenes que se conocen de un modo extraño y casual, y entre los que surge una bonita y entrañable amistad que tiene como principal punto en común las carencias afectivas. Jim es un ansioso incomprendido que intenta por todos los
medios ser fiel a la verdad y la sinceridad, Judy desea amar pero se
siente poco o nada querida, y Platón se siente abandonado por sus
padres y profundamente resentido con ellos. Menudo trío... y menuda yo por
aquel tiempo...
Una vez escuché en una peli de Isabel Coixet llamada Elegy una frase que me gustó muchísimo
y que me viene a la mente con facilidad en determinadas situaciones. Decía más o menos así
en boca del profesor protagonista –Un libro que lean hoy no será el mismo libro dentro
de 10 años. Para entonces el libro habrá cambiado porque ustedes habrán
cambiado.
Bien mirado, está claro que eso puede ocurrir en cualquier ámbito de la vida, y con Rebelde sin Causa me sucedió exactamente: había visto la película por primera vez siendo una adolescente, y cuando volví a visionarla muchos años después estando ya cerca de los 30, no fue lo mismo;
ya no me causó las mismas impresiones y hasta me pregunté cómo había podido
afectarme tanto en su día. La respuesta era fácil: sencillamente llegó
en el momento preciso, y cuando el momento preciso se fue, se llevó casi todo
con él. ¿Os ha pasado algo parecido alguna vez? Lo que tuvo sentido en una etapa de la vida no tiene por qué tenerlo en otra.
En cualquier caso, quitando que la música me parece pretenciosamente dramática hasta la exageración (como casi todas las bandas sonoras de la época, por otra parte) y que los adolescentes teatralizados y con aspecto de treintañeros resultan poco creíbles hoy en día, revisada de nuevo, creo que es una película que merece la pena ponerse a ver y por la que cualquier aficionad@ al cine tiene que pasar. Entre sus aportaciones se encuentra la de haber marcado a toda la generación de los años `50 del siglo XX, porque por primera vez se ponía de manifiesto un tema que había sido imposible previamente y que parecía intocable: que los hijos cuestionaran a sus padres y que además se enfrentaran a ellos; además abordaba una cuestión que había pasado a formar parte de la actualidad norteamericana: la violencia juvenil. También cabe mencionar la curiosa anécdota de que, por culpa de cómo iba vestido el personaje de James Dean durante toda la historia, arrancó una moda que terminó imponiendose y que se quedó para siempre entre la sociedad occidental: vestir con camiseta en forma de T.
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